Ensayo de la Penumbra
La gente se está guardando temprano, claro, los que tienen donde guardarse. Caída la noche en Caracas entra en escena otra ciudad, una callada, solitaria, viva pero en la penumbra, de calles que se vuelven más largas y solo las caminan los que no tienen rumbo fijo, los sin casa.
Pero voy al principio del cuento, recorrer Caracas de noche fue gracias a una invitación que recibí de las ONG Cascos Azules Venezuela y Regala una Sonrisa, el objetivo de ellos era llegar a personas en condición de calle para brindarle atención médica, alimento, ropa, un apretón de manos, un abrazo y las ganas de escucharlos. Mi tarea: recoger con mi cámara ese recorrido.
El itinerario estaba marcado, salimos en sentido oeste desde la sede de Regala una Sonrisa, ubicada en la avenida San Martín, recorrimos Capuchinos, Maternidad, Artigas, La Yaguara, Carapita y Antímano hasta llegar a Mamera, allí marcamos el retorno empalmando de alguna manera -no sé cómo- hacia La Vega, y transitamos toda la avenida Páez hasta llegar al El Paraíso, después nos desviamos hacia Quinta Crespo, subimos la Baralt hasta la Plaza Miranda y luego la Plaza Caracas, allí cerramos la jornada.
Se dice fácil el recorrido, pero arrancamos a las 9 de la noche y cuando llegamos a Plaza Caracas ya eran las 3 de la madrugada. Íbamos en un autobús viendo a los lados, buscando a la gente que se esconde en la oscuridad, cuando visualizábamos a alguien nos acercábamos de a poco, hablándole, dándole un saludo buena vibra y aclarándole que no éramos de la Misión Negra Hipólita, no sé porque, pero como que no hay buena relación.
No tengo un número exacto de cuantas personas fueron atendidas, pero calculo que estuvo cerca de 30 o más, desgloso: Una mujer, cuatro niñas, tres niños, un adolescente, dos chamos de 20 y 21 años, otro par un poco mayor, tres hombres que rondaban los 30 y el resto eran hombres mayores de 35 años. El número de personas atendidas se quedó corto por lo que vi, pues iban preparados para atender a más personas.
En plena faena comprendí que no sabes que tan grave es el problema hasta que lo vez de cerca, me encontré con realidades que muchos ignoramos, con cifras que nadie publica, con personas que se arrimaron a la oscuridad, donde nadie pregunta por ellos, me encontré una vez el fracaso de las políticas que se dicen de todo y engordan a unos pocos.
Lo primero que te preguntas cuando vez a una persona en esta situación es ¿Por qué está en la calle? sus respuestas traen de todo, repasemos: “tengo problemas de alcohol y mi familia me abandonó”; “él está en la calle porque su papá lo maltrata y su mamá se fue a Colombia”; “consumo H”; “este niño me lo acabo de encontrar en la calle”; “no tengo donde vivir”. Es más fácil escribirlo que oírlo.
La atención médica primaria no siempre fue necesaria, pero recuerdo dos personas que las necesitaron, difícilmente olvidaré sus caras y hoy escribiendo esto me pregunto qué será de ellos, el primero fue un hombre de unos 50 años, había sido golpeado por miembros de un colectivo que opera en la Plaza Miranda, donde justamente estaba sentado, cuando llegamos a él era aproximadamente la 1 de la madrugada y allí estaba con mirada perdida sentado en un banco, su ojo estaba morado, su voz ronca y su dignidad quebrada, mientras le revisaban el ojo y le ponían una crema la gente le hablaba, después de un largo rato en silencio solo quieren hablar y hablar. Sus muñecas tenían pulseras de Argentina y Brasil, alguien le preguntó a qué equipo le iba y con indiferencia le dijo “esto me lo encontré en la basura”.
La otra persona que necesitó atención médica fue un hombre en esa misma plaza, no supe muy bien que tenía, pero su pierna estaba llena de heridas con pus, los paramédicos y la enfermera empezaron a tratarlo, era necesario limpiar y remover las costras infectadas, sus gritos nunca los podré olvidar, su dolor me lleno de tristeza, nos llenó a todos de ese sentimiento, solo podíamos darle ánimo, “aguante viejito aguante” le decían, y fue un valiente, resistió bastante, vendaron su pierna pero aún quedaba por remover, era necesario que fuera a un hospital, ojalá haya ido, ojalá lo hayan atendido, cuando nos fuimos lo vi y de su pesar sacó una sonrisa.
Notas varias:
La única mujer que vi era madre de tres niñas, estaba en sillas de ruedas y se encontró un niño que se llevó con ella. Vi los ojos de mi mamá en ella.
Los dos chamos de 20 y 21 años eran adictos a la heroína, son amigos desde los 10, su última dosis había sido en la mañana.
Difícilmente alguien sobrevive en soledad.
Hay más de un sonero y poeta errante caminando en la penumbra.
El maltrato de su padre lo obligó a dormir en la calle junto a un extraño.
A veces nos reímos de nuestra propia situación.
Los perros también sufren en la calle.
Yo nunca olvidaré ese día, lo juro.