Juegos de castillos
Araya es un pueblito a orillas del mar, en la península del estado Sucre, para llegar allá hay que subir a un barco que le dicen La Palita, sale desde Cumaná, el trayecto dura como una hora, cuando vas llegando lo primero que vez es un enorme castillo, la Real Fortaleza de Santiago de Arroyo, que fue construido para defender la costa de las expediciones holandesas en 1630, pero en 2017, es el fuerte protector de los juegos y sueños de los niños que lo visitan todas las tardes para echar a volar la imaginación. Fui a parar allá por cosas de trabajo, una vez instalado fui a recorrer tal castillo, que era una de las locaciones pautadas, el equipo de trabajo me acompañaba, todos en lo suyo, yo en lo mío, y sin darnos cuenta ya teníamos dos pequeñitos merodeando haciendo preguntas, curioseando y moviéndose por todas partes. Yo los vi y me olvide del trabajo, me instalé con ellos, Fracenlys y Luis Daniel, dos hermanos de 11 y 10 años, estaban extrañados con nuestra presencia, ella tenía un conjunto rojo, desgastado por el salitre, estaba descalza, y el piso no se veía nada gentil, su cabello era liso, castaño claro y en las puntas se ponía amarillo, al mejor estilo de las californianas. Él tenía un short de jean, una chemise de rayas, unas cholas viejitas y un bolsito donde guardaba unas pulseras que vendía para ayudar en su casa. Hablamos un rato, ellos me contaron cosas de sus días, la escuela, la playa, su casa, los juegos y la vida de Araya, era difícil entenderles, hablaban rápido y con acento muy oriental, me preguntaron de donde éramos nosotros, yo le conté que veníamos de Caracas para grabar una película, inmediatamente me preguntaron en que canal la iban a pasar para verla. A Luis le pregunté que si le podía hacer fotos, me miró extrañado, y con una voz bajita y muy rápido me dijo: – ¿Pa qué es eso muchacho, tu eres loco? – No vale, es que me gusta tomarle fotos a la gente que conozco para guardarla de recuerdo – Tómala pues (me dijo con más tranquilidad). Francelys veía de lejos, creo que se puso brava porque no le dije a ella y empezó a gritar – ese niño es muy feo no le tome fotos señor, volteé la cámara y le hice fotos a ella, le dio un poquito de pena y me dijo – a mí no me tome fotos oyó, yo le hice caso Después de varias poses que hizo Luis Daniel seguimos conversando, que diferente crecen los niños en esos lugares, o por lo menos ese par, por las mañanas van a la escuela, por las tardes ven los atardeceres y juegan a correr, a la ere, a esconderse, o a veces sencillamente se sientan a ver como el sol se pone grande y naranja mientras se va ocultando en el mar y los pescadores regresan en sus lanchas de un día de trabajo. Era visible su humildad, su carencia, pero después pensé ¿qué tanto se puede necesitar para ser feliz?, ellos tienen la playa en el patio de su casa, un castillo de verdad verdad, cómplice de sus travesuras y el desprendimiento de las banalidades citadinas. Me tomaron confianza, hasta Francelys accedió a dejar que le hiciera las fotos, incluso pude pedirles que se las tomaran juntos, como hermanos, aun cuando no querían, pero luego hasta logré que se abrazaran y se rieran entre ellos, que bonito momento, yo también les tomé confianza, les preste la cámara para que me tomaran fotos a mí. Cuando miraban las fotos se reían, maravillados con ver sus caras plasmadas en una pantallita. – Usted tiene Facebook, me preguntó Francelys. – ¡Claro! Le respondo, ustedes también tienen facebook (feisbook) – No se dice feisbook, se dice Facebook, acaso no sabes leer. No tuve otra opción que afirmar lo que me dijeron, la cosa es que no tenían facebook, por lo tanto tengo una misión de vida, espero cumplirla algún día, planeo regresar a Araya y llevarle tres fotos impresas, una de Francelys, una de Luis Daniel y una juntos, para que nunca olviden los días de los juegos de castillo.