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Una Bohemian rhapsody a lo criollo por favor


La sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño se convirtió en el templo del rock la noche de ayer, al recibir a los talentosos músicos de la Orquesta de Rock Sinfónico del Conservatorio Simón Bolívar, para ofrecer un impecable recital que revivió la década de los 80, con radio, lentejuelas y un armonioso Queen Sinfónico.

Desde el anuncio del evento se generó un clima de gran expectativa, pues el nivel musical de la banda inglesa es bien conocido y ha perdurado en el tiempo. Por esa misma razón es que los músicos y el director decidieron montar esta presentación, que rinde un homenaje a la música universal con talento y arreglos venezolanos.

Horas previas al inicio del show, los espacios del Teresa Carreño se encontraban repletos de personas de todas las edades vestidas acorde para la ocasión. Los más adultos ansiosos por revivir una época dorada de la innovación musical y los más jóvenes por conocer la música de la que tanto hablan sus padres.

Ya, a sala llena, la Ríos Reyna se preparaba para el espectáculo. Una bruma espesa le hacía la antesala a los músicos ocultos tras el telón, mientras que un público siempre ansioso aplaudía al ritmo de sonada canción We will rock you, haciéndole saber a los intérpretes que sabían lo que se vendría.

Se abren las cortinas y el escenario pinta una imponente primera imagen: bien acomodados de esquina a esquina están todos los músicos organizados por sectores. En el centro, un pequeño palco reservado para el director Daniel Hurtado; frente a él, los instrumentos de cuerdas, violines, violas y chelos; detrás de ellos los de viento, fagots, trombones, cornos y flautas; del lado derecho se podía visualizar las voces del coro; sorteados en diversos lugares se veían trompetas; y colocados en una plataforma al fondo, la batería, un par de teclados, un bajo y dos guitarras eléctricas.

Por si fuera poco, el show de luces que jugaba con la pantalla circular, que mostraba escenas de la banda en concierto, le daba un toque especial al evento, que inició con diversos cantantes que en perfecto inglés se iban sorteando los éxitos de la agrupación.

Cada cantante asumió algo de Mercury en sus movimientos y vestimenta, quien siempre lucía muy sobrio y seguro en el escenario, y así se vieron los jóvenes cantantes. El primero de ellos con cabellera larga, chaqueta amarilla y con paral corto, sujetado a dos manos salió al escenario para cantar I want it all para llevar por un paseo musical al emocionado publico, que ya había entrado en confianza.

Al culminar cada canción de fondo, aparecía un sintonizador de radio que sonaba como si alguien estuviera sorteando canciones en las emisoras hasta dar con algún tema del repertorio; Another one bites the dust fue otra de las primeras en sonar, con la potente voz de una cantante que se paseaba por el escenario con una aspiradora, simulando momentos del video clip.

Los duetos también fueron posibles, Barcelona se escuchó a dos voces que jugaron entre los tonos de la ópera y la acidez del heavy metal.

Mientras en el primer plano del escenario las voces matizaban las distintas canciones que se tocaban, de fondo sonaba con luz propia -si es posible la expresión- una orquesta que erizaba la piel, como si cada uno de los distintos músicos funcionaran como un solo cuerpo, cronometrado y armonizado bajo la dirección de una batuta en la mano del director Hurtado, que mostraba disfrutar de la música como un miembro más del público.

Algunos temas, poco conocidos, pero muy ricos musicalmente como Innuendo y Princes of the universe, también fueron tocados para disfrute de los fanáticos.

La velada rockera llegó a su fin. Tras una descarga de casi una hora y media las cortinas se cerraron, pero faltaba algo, o tal vez se sospechaba que vendría un final más apoteósico.

Así comenzaron los gritos y aplausos, “otra, otra” coreaban los asistentes, y para su emoción fueron complacidos. Se abren las cortinas para mostrar un nuevo elemento, un gran piano de cola negro, instrumento protagonista para tocar la memorable Bohemian Rhapsody, en la dulce voz de una joven que cumplió a cabalidad tal tarea. Apenas sonó el primer acorde la emoción invadió a la sala, todos corearon de pie la canción, y para el verdadero cierre We are the champions, porque verdaderamente demostraron ser los campeones. ¡Bravo Orquesta Simón Bolívar!


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